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Mostrando entradas de noviembre, 2021

Espero en Ti Jesús

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  Jesús, Tú me enseñas el arte de esperar. Y tú María, Reina de los que esperan, maestra de esperanza, consuelo de los que se encuentran desesperados. Jesús, María, me enseñáis a esperar, me acompañáis en la espera, me miráis con vuestros ojos tiernos, diciendo, calma, esto pasará. Y mientras esperas dice Jesús y asiente María, “Déjame hacer mi obra en Ti, confía, abandónate, espera” Y yo digo un sí muy tenue, apesadumbrado, temeroso. Pero al menos es un sí.    

Jesús, llévame Tú

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  Guíame, Luz Amable, entre tanta tiniebla espesa, ¡llévame Tú! Estoy lejos de casa, es noche prieta y densa, ¡ llévame Tú! Guarda mis pasos; no pido ver Confines ni horizontes, sólo un paso más me basta. Yo antes no era así, jamás pensé en que Tú me llevaras. Decidía, escogía, agitado; pero ahora, ¡llévame Tú! Yo amaba el lustre fascinante de la vida y, aun temiendo, Sedujo mi alma el amor propio: no guardes cuentas del pasado. Si me has librado ahora con tu amor, es que tu Luz Me seguirá guiando Entre páramos barrizos, cárcavas y breñales, hasta que La noche huya Y con el alba, estalle la sonrisa de los ángeles, La que perdí, la que anhelo desde siempre. En el mar ,  16 de junio de 1833 Cardenal Newman

Jesús, me basta tu gracia

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  Jesús, te pido continuamente que hagas las cosas como yo quiero, ¡qué tonta soy!, Pero no, no es que sea tonta, es que sufro. Me gusta controlar, me gusta ver por dónde voy, quiero sentirme bien, y escuchar tu voz. Y nada de eso ocurre. Y te pido una y otra vez, haz esto, haz lo otro, ¡para esto ya!, Jesús. Pero en el fondo de mi ser, una vocecita débil musita estas palabras: “Te doy el control Jesús, no tengo fuerzas, no puedo nada, pero me basta tu gracia. Ahora que soy tan débil, es cuando soy más fuerte, porque mi única fuerza eres Tú” Hágase tu voluntad. Amén.

Dos personas delante de la Cruz

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Querido Jesús, delante de tu Cruz quedaron dos personas, tu madre y tu discípulo Juan. Y es que al principio cuando la gente te seguía, lo hacía porque les consolabas y les dabas esperanza, y también porque creían que de ti sacarían algo, poder, triunfo, salud, prosperidad. A tus apóstoles, a tus amigos queridos, les ibas anunciando la Cruz poco a poco, querías prepararlos, pero ellos parecían no entender, no escuchaban, pensaban en sus cosas. Y cuando llegó el momento todos te dejaron. Muchas personas que están hoy en la cruz son también abandonadas. Y es que, al principio, si te pasa algo malo, los demás pueden compadecerse, e incluso escucharte. Pero cuando la cruz se hace más dura, más incomprensible, entonces la gente se aleja del que está en la cruz, porque no lo pueden soportar. La cruz es escandalosa para los que no nos quieren de verdad. Pero en nuestra cruz también hay siempre dos personas, tu madre, nuestra madre y tú querido Jesús. Gracias.