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En el silencio de la noche viene Jesús

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  Querido Jesús, Tú vienes desnudo e indefenso en el silencio de la noche. Si no tuvieras a José y a María no podrías sobrevivir. Desde que viniste a la tierra te pusiste a disposición de los hombres, para que hicieran contigo lo que quisieran, amarte y cuidarte o despreciarte y matarte.       Querido Jesús, viniste sin protección, a pecho descubierto, para morir por nosotros, para salvarnos. Y ese niño que temblaba de frío y tenía hambre, solo podía esperar a que alguien le atendiera. Así también me siento yo muchas veces, llorando,   con frío, en la noche , muy pobre , y con hambre de Dios. Esperándote a Ti Jesús, que tan bien me entiendes. Te espero Jesús. Amén.  

Espero en Ti Jesús

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  Jesús, Tú me enseñas el arte de esperar. Y tú María, Reina de los que esperan, maestra de esperanza, consuelo de los que se encuentran desesperados. Jesús, María, me enseñáis a esperar, me acompañáis en la espera, me miráis con vuestros ojos tiernos, diciendo, calma, esto pasará. Y mientras esperas dice Jesús y asiente María, “Déjame hacer mi obra en Ti, confía, abandónate, espera” Y yo digo un sí muy tenue, apesadumbrado, temeroso. Pero al menos es un sí.    

Jesús, llévame Tú

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  Guíame, Luz Amable, entre tanta tiniebla espesa, ¡llévame Tú! Estoy lejos de casa, es noche prieta y densa, ¡ llévame Tú! Guarda mis pasos; no pido ver Confines ni horizontes, sólo un paso más me basta. Yo antes no era así, jamás pensé en que Tú me llevaras. Decidía, escogía, agitado; pero ahora, ¡llévame Tú! Yo amaba el lustre fascinante de la vida y, aun temiendo, Sedujo mi alma el amor propio: no guardes cuentas del pasado. Si me has librado ahora con tu amor, es que tu Luz Me seguirá guiando Entre páramos barrizos, cárcavas y breñales, hasta que La noche huya Y con el alba, estalle la sonrisa de los ángeles, La que perdí, la que anhelo desde siempre. En el mar ,  16 de junio de 1833 Cardenal Newman

Jesús, me basta tu gracia

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  Jesús, te pido continuamente que hagas las cosas como yo quiero, ¡qué tonta soy!, Pero no, no es que sea tonta, es que sufro. Me gusta controlar, me gusta ver por dónde voy, quiero sentirme bien, y escuchar tu voz. Y nada de eso ocurre. Y te pido una y otra vez, haz esto, haz lo otro, ¡para esto ya!, Jesús. Pero en el fondo de mi ser, una vocecita débil musita estas palabras: “Te doy el control Jesús, no tengo fuerzas, no puedo nada, pero me basta tu gracia. Ahora que soy tan débil, es cuando soy más fuerte, porque mi única fuerza eres Tú” Hágase tu voluntad. Amén.

Dos personas delante de la Cruz

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Querido Jesús, delante de tu Cruz quedaron dos personas, tu madre y tu discípulo Juan. Y es que al principio cuando la gente te seguía, lo hacía porque les consolabas y les dabas esperanza, y también porque creían que de ti sacarían algo, poder, triunfo, salud, prosperidad. A tus apóstoles, a tus amigos queridos, les ibas anunciando la Cruz poco a poco, querías prepararlos, pero ellos parecían no entender, no escuchaban, pensaban en sus cosas. Y cuando llegó el momento todos te dejaron. Muchas personas que están hoy en la cruz son también abandonadas. Y es que, al principio, si te pasa algo malo, los demás pueden compadecerse, e incluso escucharte. Pero cuando la cruz se hace más dura, más incomprensible, entonces la gente se aleja del que está en la cruz, porque no lo pueden soportar. La cruz es escandalosa para los que no nos quieren de verdad. Pero en nuestra cruz también hay siempre dos personas, tu madre, nuestra madre y tú querido Jesús. Gracias.

No puedo beber tu cáliz

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  Jesús, querido Jesús, no puedo beber tu cáliz. Lo he intentado, lo intento, pero no puedo. Y te amo Jesús, o eso creo, pero si no puedo seguirte, ¿qué haré? ¿A dónde iré Jesús, si para seguirte tengo que beber tu cáliz y no puedo? No quiero ir a ningún otro lugar, nada me interesa , sólo Tú, pero vas a un sitio oscuro, frío, lleno de dolor. Jesús me dice, hija mía, no es así, estás equivocada, Yo voy a la Luz, a la Gloria, al seno de mi Padre que es todo Amor. Y ya sé que no puedes beber mi cáliz, de eso se trata , de que no puedas , de que confíes, de que me sigas. Sígueme por Amor, que tu guía sea el Amor, yo cargaré la Cruz contigo, No lo notarás si solo me miras a Mí, querida, ven amada mía. Amén.

Contigo o sin ti Jesús

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  Jesús, no entiendo, te digo, y me dices, deja de intentar razonar, deja de litigar, deja de revolverte, pequeña mía. Jesús, te digo, el sufrimiento contigo, vale lo acepto, pero sin Ti es intolerable. Y dices, “Mi yugo es suave y mi carga ligera” Y yo te digo Jesús, para mí no lo es, quisiera no tenerlo Jesús. Porque el sufrimiento contigo lo acepto, pero sin Ti, sin tu consuelo… Y tú Jesús no tuviste tampoco consuelo, así que algo va mal en mí. Y Tú Jesús me dices, déjalo ya, hija mía, deja de intentar razonar, deja de litigar, deja de revolverte. Ayúdame, Jesús, quiero entregarme del todo, ojalá pudiera abandonarme al Padre como hiciste Tú. Ayúdame Jesús, quiero abrirme a la gracia. Amén.  

Es Jesús

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  Jesús mío hoy te voy a recibir, y es lo más importante que voy a hacer, y es lo que me anima y consuela, eres el faro que ilumina mi oscuridad. Jesús, hoy te voy a recibir, y cuando el sacerdote se vaya acercando a mí, mi corazón empezará a latir con fuerza, "es Jesús, Jesús en persona quien viene". Eres Tú, Jesús vivo, resucitado, lleno de Amor, el Amor de los amores quien viene a mí. Y yo pienso, ¿no es para desmayarse? Ahora que estoy tan débil Jesús, me doy más cuenta de que eres Tú, es mi pobreza quien me ayuda a descubrirte, es la Cruz la que hace que mis ojos vean. Gracias Jesús.

Jesús, Tú lloras por mi

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Jesús, gracias por dejarme llorar en tu hombro, gracias porque me quejo y tu me escuchas y no te importa. Gracias porque no tengo que demostrar heroicidades ante ti, aunque es verdad que a veces para vivir tengo que ser heroica. Y es que no soy más que una niña asustada que has dejado sola en el patio del colegio, deseando que arranque a jugar con otros niños. Y tú me vigilas desde lejos pero sin manifestar tu presencia, porque quieres que lo haga sola, por mi bien Jesus. Lo sé, pero aun así te grito que vengas. Y no te importa, me dejas gritar. Y la Virgen también me mira y llora, y Tú lloras Jesús. Y estoy deseando que vengáis a buscarme, cuando lo consideréis adecuado, pero que sea ya Jesús. Jesús, María, os quiero. Amén.

Jesús hazme caminar sobre las aguas

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Jesús, en estos momentos de dolor, no quiero mirar hacia adelante porque veo unas olas muy altas, tampoco quiero mirar hacia atrás porque veo que estoy ya muy lejos de la orilla. No puedo volver atrás, y no sé hacia dónde voy,  tengo miedo Jesús, mucho miedo. He perdido el control de la situación, porque resulta que voy andando por el agua, y los demás me miran como si estuviera loca, y yo misma lo pienso muchas veces. ¿Por qué no puedo yo andar sobre tierra firme como los demás? No sé , tal vez porque me has llamado. Y aquí estoy yo a punto de ahogarme, fijando la mirada en ti que eres mi flotador. ¡Jesús, hazme caminar sobre las aguas! Amén. 

Canciones de amor en mi alma

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  Jesús, ya no oigo ni tu hilo de voz, silencio total en mi alma, pero no es verdad que el silencio esté en mi alma,  está en mis sentidos. Debo buscar hacia adentro, porque en mi alma hay sonido, el dulce musitar de las palabras amorosas de Jesús. Quiero entrar más adentro, donde habita tu palabra poderosa,  tu fuerte voz que hace que las aguas se calmen en la tempestad, tu voz de amigo que sacó a Lázaro de la tumba. Con mis sentidos no te oigo, pero en mi alma tu voz canta canciones de amor. Jesús, Amén. 

Solo quiero escuchar tu voz Jesús, aunque apenas la oiga.

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 Jesús, en una parte de la balanza pongo esas voces en mi interior que me engañan, diciéndome que no puedo, y que Tú no estás conmigo.  En esa misma parte pongo, la desesperanza, el miedo, las dudas, y el desamor, y todo lo que no me produce paz. En la otra parte de la balanza pongo tu voz, que entre tantas voces engañosas parece no escucharse. Pongo tu voz, te escucho a Ti Jesús, y la balanza se inclina a tu favor hasta el infinito, y lo que hay en la otra parte me doy cuenta de que no pesa,  porque es solo humo.  Jesús, escucho tu voz, aunque ahora la oiga muy débil. Apuesto por ti Jesús. Amén.

Jesús, tú eres el mar donde flotan mis incertidumbres

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Jesús, tú eres el mar,  la calma, el sosiego, el control. Me dices ¿por qué te alteras, es que no voy yo contigo en la barca? Jesús, yo me descontrolo,  pierdo la calma, y empiezo a luchar.  A luchar contra el viento,  contra el agua,  y ¡claro!,  no puedo nada. Jesús, quiero dejar de agitar los brazos, de contener la respiración, de cerrar los ojos.  Quiero dejarme caer,  flotar, disfrutar del viento, del agua, del sol. Tengo miedo,  pero puedo disfrutar,  porque Tú vas conmigo en la barca. Jesús, te quiero,  me quieres. Amén.    

La conversación

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  Jesús, hay algo que me sanaría completamente, una conversación contigo, con el único que me mira de verdad, el que me escucha completamente y me conoce. Ser mirada por ti, tener tu atención, poder expresarme, llorar y tocarte. Y, sobre todo, por primera vez, ser entendida plenamente.   Jesús, una conversación, contigo, eso me sanaría completamente.

Perdida en el camino

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Jesús he perdido el camino, tus huellas ya no están, el paisaje ha cambiado y me siento como una niña indefensa. Jesús, tengo miedo, porque ya no veo tu túnica blanca, me siento sola.   Miro cada rostro buscando el tuyo, escucho cada sonido intentando reconocer tu voz. Estoy como un cervatillo agazapado, esperando que vuelvas, Jesús. Pero sé que tengo que echar a andar y no seguir agazapada. Y tú me dices “Todo es posible para el que cree”, y yo te digo “Ayuda mi incredulidad Jesús”. 

La sintonía de Dios

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Estamos aquí para entonar la música del cielo, para sintonizar con nuestros receptores de señal la frecuencia con la que Dios emite desde el cielo la sintonia del Amor. Nos pasamos la vida tratando de entender esas señales, mientras los niños las pueden captar espontáneamente, sin esfuerzo, gracias a la pureza de su corazón intacto. Los niños tratan de encontrar esa sintonía desde su concepción, y a partir también de su nacimiento, entre los padres y hermanos y profesores, y otros familiares, y muchas veces, no la encuentran. A veces sí. Pero en su interior la inquietud de sintonizar con ese Amor les empuja a buscarlo, no sin frustraciones muchas veces Esa inquietud no cesa hasta que al fin se encuentran con el Amado, el Ser que ellos sabían que existe desde siempre y que les atrajo desde siempre. Javier

La batidora del Amor

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  Jesús estoy metida en la batidora de tu amor, que da vueltas y a veces convierte mi vida en un caos, pero no lo es, todo está perfectamente ordenado en tu mente amorosa. Esa batidora me tritura y siento dolor, y me lleva a no poder hacer nada sin tu ayuda, no me queda más remedio que confiar, porque, aunque me siento paralítica, Tú me dices “Echa a andar”. Desde la batidora a veces te grito que me saques, porque se hace muy duro, pero no me hagas caso Jesús, haz lo que tengas que hacer. Báteme hasta que sea necesario. Amén.  

El lugar más solitario del mundo

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Cuando menos te lo esperes encontrarás el lugar más solitario de la tierra; no es aquel desierto que soñabas visitar, ni esa capilla perdida en la montaña; lo encontrarás sin quererlo, rodeado de personas que no podrán hacer nada por evitarlo. El lugar más solitario es el dolor, el dolor en estado puro que lo anula todo, cualquier risa, cualquier música, incluso el dulce y melodioso canto de un pájaro. Nada lo podrá evitar. Por eso, deja de buscar la soledad, porque ella vendrá a ti cuando menos te lo esperes, cuando más necesites una mirada de amor, y una caricia de consuelo, vendrá a ti. El lugar más solitario del mundo es el dolor, Pero no olvides que en ese lugar está Jesús. Amén  

¡Estrújame Jesús!

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Jesús, me rindo, estrújame, apriétame, atrápame. Ya lo has hecho, con tu divino Amor, con tu corazón sangrante que hace sangrar el mío. Jesús, estoy marcada con el fuego de tu Amor, te pertenezco, por eso estrújame, saca de mí todo el jugo. Me quejaré, pero no importa, atrápame y méteme en tu Corazón.

Yo soy

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El Pan de vida, la Luz del mundo, la Puerta, el Buen Pastor, la Resurrección, la Vida,  el Camino, la Verdad, la Vid. ¡Yo soy!

¡No te vayas Jesús!

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  Jesús, Tú eres el que cuando me oye me escucha, cuando me mira me ve, cuando me toca me siente. Jesús, si estoy contigo se para mi monologo interior, y esa vocecita que me juzga, y esa dureza conmigo misma, desaparecen. Por eso, cuando de lejos veo que te acercas a mí, mi corazón empieza a latir de emoción. Y cuando ya estás junto a mí, ¡no sé!, todo cobra sentido, todo es calma, paz, armonía. Pero cuando te marchas, todo es caos. No quiero que te vayas Jesús, no me dejes sola, porque yo no me quiero, no me acepto,   y no sé quién soy. Pero Tú, eres el Único que me ama, me acepta y me conoce. Jesús contigo todo es Luz, y sin ti todo es oscuridad y confusión. No puedo hacer nada sin ti, nada me atrae, nada me entretiene. Solo quiero estar contigo Jesús, verte, escucharte, sentirte. ¡No me digas que te vas, no me digas que me conviene que te vayas, no te vayas Jesús, por favor! Amén.

¡Grita mi nombre Jesús!

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En la tormenta

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  Estoy en la barca hundiéndome, empapada, tragando agua, mareada, el frío cala mis huesos, los truenos me asustan, y no veo nada. Sin embargo, hoy comprendí, que, en lo más profundo de mí, hay calma, y un amor muy fuerte a Jesús, un amor más fuerte que la muerte. Ninguna tormenta puede hacer naufragar nuestro amor. Pero vivo en la tormenta, y sufro, aunque entiendo que solo me queda esperar, a que Jesús pare la tormenta, cuando Él quiera, como Él quiera. Amén.

Una palabra tuya basta para sanarme

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  Jesús, si solo una palabra tuya puede sanarme, y no la pronuncias ahora, confío que es porque tiene un sentido, confío en que hay una salvación, una sanación integral que me aguarda. Porque si no Jesús, con todo lo que me amas, la pronunciarías ahora mismo, me sanarías ahora. Jesús, esa palabra ya la has pronunciado, resuena en mi interior, aunque yo no la escucho. Jesús, Tú confías más en mi que yo en ti, por eso estás tranquilo en la barca mientras yo me agito. Esa palabra ya la has pronunciado, Tú eres esa palabra, que existía en el principio, y sin ella no existía nada.   Tu eres la palabra en la que hay vida y luz, me agarro a ella en mi oscuridad, porque Tú ya la has pronunciado, y basta para sanarme.    

El Espíritu Santo ora en mí

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  Jesús, a veces el dolor es tan profundo en mi interior que quedo muda, como Zacarías cuando tuvo esa visión en el templo y no creyó. Yo tampoco creo muchas veces, pero no me lo tienes en cuenta, sabes que el dolor es tan fuerte que no puedo hablar. Jesús, estoy muda, estoy ciega, y no sé a dónde ir, me pongo delante de Ti, para que me acompañes, necesito saber que estás cerca Jesús. Jesús, soy tan débil, tan pobre, tan frágil, que cualquier cosa me deja confundida, muda y ciega. Pero en el silencio de mi vida, el Espíritu Santo ora en mí. Amén.

Creo mi Dios ¡y basta!

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En Getsemaní

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  Jesús, siento que estés aquí solo, sin nadie que te consuele. Yo también me siento así ahora, atrapado, rodeado de tinieblas, esperando la muerte, sin salida, roto por dentro, traicionado, confundido, asustado. Jesús, si yo siento este dolor y soy solo yo, y Tú cargaste con el dolor de todos, no alcanzo a comprender como será tu dolor, quisiera consolarte, pero no puedo abarcar tu dolor, es infinito como lo es también tu Amor. Así que me dejo envolver por la infinitud de tu Amor, que me consuela, que me acompaña. Mi dolor en tu carga de dolor es solo una diminuta partícula, pero para mí es también infinito. Así que uno mi dolor infinito al tuyo, y nos quedamos reposando en ese Amor infinito del Padre que todo lo sana, que todo lo consuela, y que nos resucitará a los dos. Amén.    

El péndulo

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  Jesús, a veces tengo la sensación de que te digo lo que tienes que hacer conmigo, y me equivoco, y voy de un lado a otro como un péndulo, buscando el equilibrio, buscando la serenidad. Pero no puedo evitarlo y subo y bajo, voy a la izquierda y a la derecha, sin saber si te busco a Ti o me busco a mí. Y mi pobre entendimiento intentando guiarme, pero perdiéndome una y otra vez. Y entonces cuando mi angustia va creciendo y ya sí que no sé para donde tirar, y me quedo como ciega y paralizada, entonces no tengo más remedio que dejarme guiar. Y ya no me busco a mí, solo te busco a Ti, porque tengo miedo y no veo nada. Jesús, te encuentro en la incertidumbre, en la inseguridad y en la pobreza. Jesús, Tú eres el Alfa y la Omega. Amén.

Compréndeme tú a mí Jesús

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Jesús, por favor, deja  que me queje un poquito, necesito desahogar mi corazón, tantas asechanzas del mal, tantas dificultades, resistencias, dolores físicos, emocionales, tensiones, dudas, decepciones, miedos… Jesús, y tú, siempre callado, siempre dormido en la barca,   más lejos que la galaxia más lejana, compréndeme tú a mí Jesús. Es posible que yo me comporte como una niña mimada, que quiere mimos y consolaciones, es posible. Pero por lo menos deja Jesús que desahogue mi corazón, deja que me queje un poquito Señor, compréndeme tú a mí Jesús.

Cuando cierro los ojos digo que no hay Luz

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  Jesús, perdona cuando digo que no estás conmigo, y es que tengo los ojos cerrados, y entonces digo que no hay luz. Abriré los ojos a tu Luz. Para abrir los ojos a tu Luz, apagaré mis potencias, renunciaré a entender, confiaré solo en Ti. De todas formas, no tengo otra salida no tengo otra perspectiva, no encuentro otra solución. Desde mi radical impotencia, solo cabe volverme a Ti. Es en la oscuridad de mi desesperación, donde brilla tu luz Jesús. Amén.

Desde mi vacío te invoco Jesús

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  Jesús, desde mi vacío te invoco, no sea yo defraudado, atiende a la voz de mi súplica. Desde mi afectividad dañada te invoco Jesús, desde este hueco que existe en mi corazón, y que cada vez se hace más grande. Si no lo llenas Tú, ¿quién lo llenara? Ven Jesús, de rodillas te pido, sácame de este destierro, solo tu abrazo me dará la vida. Desde lo profundo a ti grito Jesús, no me quites tu Santo Espíritu. Tú estás con los pobres, ¿por qué no estás conmigo entonces? Ven Señor Jesús

Callejón sin salida

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Jesús, estoy en un callejón sin salida,  y siento como si no hubiera suelo bajo mis pies. Todo está muy oscuro y tengo miedo. Jesús, no quiero quedarme paralizada, quiero andar, seguir hacia adelante, pero es que no veo nada. Antes tenía luz, antes tenía suelo, pero no me daba cuenta de que estaba perdida. Ahora sé que tengo que cambiar de ruta, ¿hacia dónde?, ¿cómo?,¿con quién? Realmente me siento como si acabara de nacer, no puedo abrir los ojos y lloro. Jesús, ayúdame, ¿Cómo salir de aquí? Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. La salida del callejón sin salida, soy solo Yo. Ven.”     

Si las palabras fueran agua

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  Caminaba por el desierto, tenía la piel quemada, la boca seca, me dolía la garganta y el mareo no me dejaba casi ver. No sé si fue un espejismo, pero de pronto encontré una persona.  No parecía estar sedienta como yo y le pedí agua. Entonces, empezó a hablar y a hablar, me explicó los síntomas de la deshidratación, y concluyó que yo estaba deshidratado. Se fue sin darme agua. Seguí caminando, ya no me quedaban fuerzas.  Me pareció que otra persona se me acercaba.  Me tocó el rostro, me miró atentamente y me pareció oírle decir que me estaba muriendo.  Le pedí agua, pero él hablaba acerca de lo que hacía yo ahí, y de por qué me encontraba así. Se fue sin darme agua. Antes de morir, tuve este pensamiento: ¡Ojalá las palabras fueran agua!

Lo que no tiene precio

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Marie Curie, la primera persona que ganó dos premios Nobel, el de física y el de química, paso privaciones económicas toda su vida. Aún así se negó a registrar la patente del radio porque quería que toda la comunidad científica se pudiera beneficiar de sus descubrimientos. Cuando una entrevistadora le preguntó cuántos gramos de radio tenía ella misma, Curie respondió que no tenía ninguno afirmando “El radio no es para enriquecer a nadie. El radio es un elemento. Pertenece a todas las personas”. (Del libro La vida heroica de Marie Curie- descubridora del radio, por Eve Curie)  

Jesús, te espero como un perrito

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  Me acuerdo de esa historia tan bonita de ese perro que esperaba todos los días en la estación a su dueño. Durante diez años fue a esperarle, pero su dueño estaba ya muerto. Los viajeros que pasaban por allí le alimentaban y le cuidaban y le llamaban el perro fiel y al final le hicieron una estatua en su honor. El perro se llamaba Hachiko. Jesús me gustaría ser como ese perrito que todos los días te busca. Muchas veces en la oración me siento así, como si hubiera quedado contigo en un banco del parque, y voy allí, pero sé que no vas a venir. Y al día siguiente vuelvo a ir, y así un día y otro. Y sé que no vendrás, que no te veré, que no te oiré, pero tengo un gusanillo en el corazón, un amor que está encendido y que día a día se enciende más, aunque no aparezcas. ¿Será esta la advertencia amorosa de la que habla San Juan de la Cruz? Espero que sí, Jesús, hasta mañana, te espero en el parque. Amén.