Hoy es la Noche,
en la que empieza a contar el tiempo.
Hoy es la Noche,
en la que el Amor muestra su rostro.
Hoy es la Noche,
en la que la muerte pierde la partida.
Hoy es la Noche,
silencio.
Querida María: Tú eres el faro que ilumina mi oscuridad, Estrella de la mañana, María. Tú eres la mano blanca y cálida a la que me sujeto, Virgen poderosa, María. Tú eres el lecho blando donde me tumbo en mi enfermedad, Salud de los enfermos, María. Tú eres la sonrisa que alivia y consuela mis tristezas, Consoladora de los afligidos María. Tú eres la que triunfa sobre mis enemigos, Madre inmaculada, María. Tú eres mi madre y madre de la Iglesia, que es también madre mía, María.
Jesús, si solo una palabra tuya puede sanarme, y no la pronuncias ahora, confío que es porque tiene un sentido, confío en que hay una salvación, una sanación integral que me aguarda. Porque si no Jesús, con todo lo que me amas, la pronunciarías ahora mismo, me sanarías ahora. Jesús, esa palabra ya la has pronunciado, resuena en mi interior, aunque yo no la escucho. Jesús, Tú confías más en mi que yo en ti, por eso estás tranquilo en la barca mientras yo me agito. Esa palabra ya la has pronunciado, Tú eres esa palabra, que existía en el principio, y sin ella no existía nada. Tu eres la palabra en la que hay vida y luz, me agarro a ella en mi oscuridad, porque Tú ya la has pronunciado, y basta para sanarme.
Querido Jesús, confío en Ti, te lo digo, con la voluntad, con mis palabras temblorosas, con ese sentimiento de miedo e impotencia que me invade. Confío en Ti, aunque mi cuerpo ya sabes que no confía, ni mi psicología, y mis sentimientos no confían para nada ahora mismo. Pero con mi voluntad te digo que confío, porque quiero hacerlo, quiero quererte Jesús sin intereses, sin esperar a que me auxilies a cada momento. Quiero, pero no puedo, aunque sí con tu gracia. Que todo este dolor me abra a recibirla. Amén.
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