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Mostrando entradas de septiembre, 2020

La cárcel del entendimiento

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  Jesús, a veces mi entendimiento se transforma en una cárcel que impide que me invada el Espíritu Santo. Eso ocurre cuando me hago mayor y no soy como un niño, y no me rindo ante Ti, y no te someto todas mis ideas “tan bien estructuradas”. Jesús, cuando estoy en esta cárcel, no tengo paz ni alegría, y a veces no me doy cuenta de que estoy presa. Al enemigo le encanta que esté en esa cárcel, porque cuando estoy ahí le es muy fácil enredarme, por eso me es necesario ser humilde, hincar la rodilla de mi entendimiento, y someterte todas mis potencias. ¡Ven Espíritu Santo, penetra los barrotes de esta cárcel, ayúdame a salir!

¡Llora!

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Llora, y si no puedes, pídeselo a Jesús, dile que te ayude a llorar, llora como un niño que pide creyendo que recibirá, pero no viertas lágrimas de autocompasión sino de liberación. Llora, porque al llorar muestras tu debilidad y le permites a Jesús venir a salvarte, llora ahora, porque tal vez de niño no te lo permitieron, te exigían ser fuerte para ser querido. Con Jesús no es así, Él te quiere débil, como un niño, quiere ser tu fortaleza. Llora, hazlo tranquilamente delante de Jesús, al hacerlo le estás rogando, su nombre es Salvación, y deja que tu corazón de piedra se vaya transformando. Llora, cuando no puedas orar, cuando no quieras seguir, cuando la maldad del mundo te pese demasiado, cuando todo te empiece a parecer un sinsentido. Llora, y no te importe que te vean, devuelve con tus lágrimas la inocencia a este mundo corrompido, porque si la sal se vuelve sosa, ¿con qué se la salará?, tal vez con nuestro llanto.

Soltar el hueso

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 Nos aferramos a nuestros esquemas como un perro que roe un hueso, y como vivimos en la carne no nos alimentamos del Espíritu. Los hombre buscan palabras de vida eterna y nosotros no podemos dárselas, porque solo tenemos un hueso que roer, y no tiene ni olor ni sabor. La única forma sería soltar el hueso, quedarnos sin nada, morir para dar vida, y alimentarnos de Cristo. Y mientras no sea así,  viviremos un vacío,  que intentaremos rellenar con palabras huecas, y promesas falsas. Solo Jesús tiene palabras de vida eterna.