En la tormenta
Estoy en la barca hundiéndome, empapada, tragando agua, mareada, el frío cala mis huesos, los truenos me asustan, y no veo nada. Sin embargo, hoy comprendí, que, en lo más profundo de mí, hay calma, y un amor muy fuerte a Jesús, un amor más fuerte que la muerte. Ninguna tormenta puede hacer naufragar nuestro amor. Pero vivo en la tormenta, y sufro, aunque entiendo que solo me queda esperar, a que Jesús pare la tormenta, cuando Él quiera, como Él quiera. Amén.