Carta a un desconocido

Te escribo esta carta aunque sinceramente no creo que la leas ya que no le das ninguna importancia a lo que yo te pueda decir. Tal vez lo hagas por simple curiosidad. O seguramente la pongas junto con la publicidad del buzón que tienes almacenada en la mesa de la entrada. Es lo primero que haces cuando llegas a casa,  tirar los papeles y  el abrigo y quedarte un momento sintiendo todo el peso de tu soledad. Pero eso solo durante un momento porque luego todo empieza a llenarse otra vez. De mensajes, de sonidos, de pensamientos, de ritos y de ocupaciones. Lo llenarás todo y seguirás engañándote acerca de la vida, de ti mismo y de Dios.

Te has pasado la vida buscando ganar la vida y ahora la estás perdiendo. Y no es la vida física lo que pierdes sino tu viejo espíritu que está deseando morir para que crezcas. Y tú que sientes esta muerte crees que tienes que proteger tu vida y cuánto más la proteges más mueres, mas infeliz eres y tratas injustamente a los que te rodean. Y todo lo que has recibido se pierde. Todo aquello que no es tuyo y que estaba destinado a otras personas se pierde. Porque has cometido el error de creer que tu vida te pertenece y que no le debes nada a los demás.  Por eso eres tan desgraciado  porque quieres guardar como un avaro todo aquello que se te ha regalado. Y cuando más lo retienes más lo pierdes.

Vas buscando curación y consuelo a tus males, pero ¿de qué quieres curarte? Lo que tienes que hacer es acabar ya con esta agonía y dejar que tu vida vieja muera. Si no te rindes seguirás así mucho tiempo.

Tal vez nadie te haya hablado fuertemente en tu vida ni siquiera para ayudarte. Si pudiera, si yo fuera alguien en tu vida lo haría. Intentaría gritarte que despertaras, que reaccionaras. Pero no me harías caso. Has subido demasiados escalones y ves a los que te rodean como hormiguitas cuya voz no te llega. Pero ahora vas a caer , tienes que hacerlo, es la única forma de salvarte, de sanarte.

Ríndete. No puedes hacer otra cosa.

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