El dolor nos completa

“Recuerdo que en Oxford, el año que me gradué, le dije a uno de mis amigos, una mañana en la que nos dirigíamos al Magdalen College, por unas calles estrechas por las que revoloteaban los pájaros, recuerdo que le dije que me gustaba probar los frutos de todos los árboles del jardín del mundo y que, con esta pasión en el corazón, me adentraba yo en la vida. Y así, según mi expresión, me adentré yo en la vida, y así viví.

Mi único error consistió en limitarme exclusivamente a los árboles que me parecían estar en la parte soleada del jardín y en evitar la zona de sombra y su lobreguez. El fracaso, la desgracia, la pobreza, el dolor, la desesperación, el sufrimiento y aún las lágrimas, las palabras que salen de los labios entrecortados por el dolor, el remordimiento que siembra de espinas nuestra senda, la conciencia que condena, la humillación voluntaria que castiga, la miseria que cubre la cabeza de ceniza, las angustias del alma que se visten con toscos lienzos y mezclan hiel en nuestras bebidas.

Todas estas cosas hacíanme retroceder con espanto. Y como había decidido no saber nada de ellas hube de probarlas todas, una tras otra; de alimentarme con ellas y durante cierto tiempo renunciar a otra comida.

No lamento ni un instante el haber vivido para el placer: viví para él intensamente, cual debe hacerse todo lo que se hace... No hubo ningún placer que yo no gozase. Arrojé la perla de mi alma en una copa de vino. Descendí al son de la flauta la senda florida y me alimenté de miel. Más el continuar esa vida hubiera sido una equivocación, pues entonces mi vida habría quedado incompleta y era preciso seguir avanzando. También la otra mitad del jardín me reservaba sus secretos.”

De profundis.

OSCAR WILDE

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