Si las palabras fueran agua

 


Caminaba por el desierto, tenía la piel quemada, la boca seca,

me dolía la garganta y el mareo no me dejaba casi ver.

No sé si fue un espejismo, pero de pronto encontré una persona. 

No parecía estar sedienta como yo y le pedí agua.

Entonces, empezó a hablar y a hablar,

me explicó los síntomas de la deshidratación,

y concluyó que yo estaba deshidratado.

Se fue sin darme agua.

Seguí caminando, ya no me quedaban fuerzas. 

Me pareció que otra persona se me acercaba. 

Me tocó el rostro, me miró atentamente y

me pareció oírle decir que me estaba muriendo. 

Le pedí agua,

pero él hablaba acerca de lo que hacía yo ahí, y de por qué me encontraba así.

Se fue sin darme agua.

Antes de morir, tuve este pensamiento:

¡Ojalá las palabras fueran agua!

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